Andrea Bird, paciente de cáncer terminal, maneja su ansiedad y estrés con drogas psicodélicas, que resurgen en Canadá para tratar afecciones de salud mental.
Esta mujer de 60 años fue diagnosticada con cáncer de mama en 2012. Pese a los tratamientos, el mal regresó cinco años después, con metástasis en los pulmones, los huesos y el cerebro.
Mientras busca la forma de sobrellevar su mal incurable, Bird usa psilocibina, una sustancia psicoactiva a base de hongos alucinógenos que fue prohibida en los años 70.
“Fue la cosa más útil que hice para aceptar el hecho de que mi vida está terminando mucho antes de lo que pensaba”, le confió Bird a la AFP. “Aún me estoy muriendo. La psilocibina me hace sentir que puedo ponerme en pie. Realmente amo mi vida, realmente no quiero morir, pero tengo que encontrar una manera de rendirme a lo que realmente está sucediendo”, añadió.
Bird, quien vive en la provincia de Ontario, tiene permiso oficial desde agosto de 2020 para usar psilocibina por motivos médicos, al igual que una treintena de canadienses. La mayoría enfrentan la muerte.
TheraPsil, una organización sin fines de lucro con sede en Columbia Británica, ayudó a casi todos ellos a obtener las exenciones a la ley de drogas y sustancias controladas de Canadá por “tratamiento compasivo”.
También conectó a los pacientes con médicos y terapeutas que supervisan el uso de la droga. Estos casos de prueba se producen en medio de un creciente interés de investigadores e inversores, así como de un impulso público para reconsiderar las prohibiciones de la psilocibina, el LSD (ácido lisérgico), DMT (triptamina alucinógena), la mescalina y otras sustancias que alteran la mente como el MDMA, popularmente conocido como éxtasis.
En Estados Unidos, el estado de Oregon legalizó la psilocibina para uso terapéutico en noviembre.
Las sustancias psicodélicas han sido usadas por pueblos aborígenes durante miles de años, pero investigadores occidentales empezaron a profundizar en sus propiedades y potenciales usos recién a mediados del siglo pasado.
Esas investigaciones se detuvieron, sin embargo, cuando estas sustancias se convirtieron rápidamente en símbolos del movimiento de contracultura y antisistema de la década de los 1960 y fueron prohibidas.
“Ahora hay más personas dispuestas a privilegiar los hechos más que el peso político.”
Pero en los últimos 20 años, la persistencia de algunos investigadores, junto a una crisis de salud mental y un cambio en la opinión pública con una mayor tolerancia hacia drogas como el cannabis (cuyo uso recreativo Canadá legalizó en 2018), allanaron el camino para el resurgimiento de las sustancias psicodélicas.
“Ahora hay más personas dispuestas a privilegiar los hechos más que el peso político”, afirmó Rotem Petranker, director asociado del Programa de Investigación de Estudios Psicodélicos de la Universidad de Toronto, que analiza los efectos de microdosis de estas sustancias sobre el estado de ánimo y la creatividad.
Los ensayos clínicos más avanzados se centran en el uso de psilocibina para la depresión severa o resistente al tratamiento y el MDMA para el trastorno de estrés postraumático.
Algunos estudios son prometedores. Un ensayo clínico reciente realizado por la Universidad Johns Hopkins (Baltimore, EE. UU.), que acaba de abrir un centro de investigación dedicado a los psicodélicos, mostró que dos dosis de psilocibina, acompañadas de psicoterapia, producían efectos “grandes, rápidos y sostenidos” en pacientes con depresión grave.
Según esta investigación, el 71 por ciento de los 24 participantes mostró una reducción de más de la mitad de sus síntomas tras cuatro semanas, mientras que el 50 por ciento entró en remisión.
Otro estudio a pequeña escala que involucró a 59 participantes, realizado por el Centro de Investigación Psicodélica del Imperial College de Londres, mostró que la psilocibina es “al menos tan efectiva” como los antidepresivos convencionales.
“Estamos experimentando una revolución en la psiquiatría”, dice Alexandre Lehmann, neurocientífico cognitivo que enseña en la Universidad McGill de Montreal. “Hay nuevos enfoques para aliviar y curar problemas de salud mental graves e incapacitantes que afectan a un gran número de personas y para los que actualmente no existen buenas soluciones”.
Y es que los antidepresivos convencionales, que apuntan fundamentalmente a la serotonina, una hormona clave que regula el estado de ánimo, han sido criticados por su lentitud para actuar y por sus efectos secundarios, que incluyen adormecer las emociones y reducir la creatividad.
Tampoco siempre funcionan, explicó Nisha Ravindran, psiquiatra y profesora de la Universidad de Toronto. “Sabemos que los antidepresivos estándar no ayudan a una proporción significativa de la población. De hecho, más del 30 al 40 por ciento simplemente no responden y requieren alternativas”, indicó.
Para algunos pacientes, las sustancias psicodélicas podrían acudir a su rescate a través de un nuevo modelo de terapia que involucre un número limitado de dosis, proporcionando una “experiencia transformadora” que podría abordar sus problemas centrales.
Aunque todavía no se sabe mucho sobre cómo funcionan estas drogas, los investigadores creen que actúan sobre la red cerebral asociada a los pensamientos introspectivos al “adormecer temporalmente el ego”, explica Lehmann.
Las sustancias psicodélicas tienen baja toxicidad y generalmente no son adictivas, pero pueden causar paranoia y ataques de ansiedad, especialmente en dosis elevadas.
En usos terapéuticos, las dosis se preparan en laboratorios y la experiencia es supervisada, por lo cual “los riesgos son limitados”, indica Lehmann.
“Era la idea de que esto le pasa a todo el mundo, que la vida es un regalo que tenemos por un tiempo y luego tenemos que devolverlo. Y eso me quedó muy claro”
Las sustancias hacen que los pacientes sean más sensibles a sus emociones y les permiten examinar sus pensamientos desde una nueva perspectiva.
Antes de recibir el permiso del Gobierno para usar las drogas, la paciente Bird había probado dos veces sustancias psicodélicas a escondidas, ingiriéndolas en su casa en compañía de un “guía”.
“La muerte apareció un par de veces, pero no me asustó en absoluto… solo me estaba esperando”, narró sobre su primera experiencia a fines de 2018.
“Era la idea de que esto le pasa a todo el mundo, que la vida es un regalo que tenemos por un tiempo y luego tenemos que devolverlo. Y eso me quedó muy claro”.
Las empresas apuestan
El potencial de beneficios médicos de los psicodélicos despertaron el interés de un número creciente de inversores en los últimos años. Algunas startups desarrollan tratamientos basados en estas sustancias, mientras que otras abren clínicas de terapia psicodélica.
Varias cotizan en bolsa, en particular en Toronto y Nueva York, donde numerosas empresas de cannabis ya negocian sus acciones. La empresa británica Compass Pathways, uno de los pesos pesados del sector, está valorada actualmente en más de 1.800 millones de dólares canadienses (1.400 millones estadounidenses) en el Nasdaq.
Field Trip Health es una de esas compañías que apuestan por las sustancias psicodélicas. Fundada en Toronto en 2019, ya abrió cinco clínicas en Canadá y Estados Unidos y planea construir una red de 75 clínicas en América del Norte para 2024.
“La psicodelia está ocurriendo”, dijo Ronan Levy, uno de sus fundadores. La compañía ofrece psicoterapia con dosis bajas de ketamina, un anestésico disociativo que es legal para uso médico, y que puede inducir un estado de trance o una sensación de desconexión entre el cuerpo y la mente.
La ketamina se usa en cirugías desde la década de 1960. Algunos estudios sugieren que puede aliviar rápidamente los síntomas en personas con depresión resistente al tratamiento.
Con paredes cubiertas de musgo, difusores de aceites esenciales y cómodos sillones, la clínica Field Trip Health, ubicada en un vecindario de moda de Toronto, en un loft con tuberías expuestas y con vistas a la icónica Torre CN, da la sensación de estar en un spa.
“La experiencia fue realmente poderosa. Tuve la impresión de romperme en mil pedazos y estar en todas partes al mismo tiempo”
Reclinados en un sillón de gravedad cero con una máscara sobre los ojos y música en los oídos, los pacientes dejan que una pastilla de ketamina se disuelva bajo la lengua para ser transportados en un “viaje” de aproximadamente una hora. Un terapeuta permanece en la habitación y luego habla con los pacientes.
Mathieu, un canadiense de 35 años que se sometió al tratamiento en junio de 2020 y pidió solo ser identificado por su nombre de pila, calificó la experiencia como “realmente poderosa. Tuve la impresión de romperme en mil pedazos y estar en todas partes al mismo tiempo”.
No es que no haya riesgos
Dejando a un lado la exageración y los resultados iniciales prometedores, el uso de ketamina en la atención de la salud mental no cuenta con respaldo universal.
La duración de sus efectos parece ser limitada y los críticos señalan los riesgos de dependencia y otras posibles complicaciones. Tampoco hay consenso sobre el valor de combinar su uso con la psicoterapia.
En Estados Unidos, muchos están preocupados por el auge de las clínicas privadas que ofrecen ketamina intravenosa sin un seguimiento psiquiátrico sistemático.
Para Jeffrey Lieberman, psiquiatra jefe del Centro Médico de la Universidad de Columbia, es una señal preocupante que “la práctica se haya adelantado a la investigación”.
De manera más general, otros señalan que todavía falta evidencia sólida sobre los beneficios de los psicodélicos, que se necesitan más ensayos clínicos y más amplios.
A algunos investigadores también les preocupa que la locura comercial actual y el entusiasmo entre los principales partidarios dé la sensación de que los psicodélicos son una “píldora milagrosa”, llevando a algunos a probarlos por su cuenta, recurriendo incluso a sustancias de baja calidad. Con esto se podría crear el riesgo de que entre en funcionamiento un floreciente mercado negro.
Los defensores de la terapia con ketamina argumentan, sin embargo, que ayuda a sentar las bases para el uso futuro de psicodélicos clásicos como la psilocibina y las proyecciones más entusiastas sugieren que los primeros tratamientos nuevos se aprobarán en los próximos años.
La Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) ya dijo ser receptiva a la idea: en 2017 otorgó una designación de “terapia innovadora” para ensayos con psilocibina y MDMA.
En Canadá, país pionero en la industria del cannabis, la legalización de las sustancias psicodélicas aún no está sobre la mesa pero la ministra de Salud, Patty Hajdu, dijo que está abierta a apoyar la investigación y que “(ayudará) a avanzar en esta conversación”.
Eliminar el estigma
Además de las exenciones a pacientes, el Gobierno autorizó a 19 profesionales de la salud a probar la psilocibina ellos mismos en un esfuerzo por comprender sus efectos y capacitarse sobre cómo usarla en un contexto terapéutico.
El país también anunció su intención de restablecer el acceso a medicamentos restringidos, incluidos los psicodélicos, a través de su Programa de Acceso Especial, que permite a los médicos solicitar el uso de sustancias aún no aprobadas para uso clínico en situaciones extremas.
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Una consulta pública finalizó a mediados de febrero. De aprobarse, las solicitudes se manejarán caso por caso, lo que significa que podría facilitarse el acceso a estas terapias para ciertos pacientes, como Andrea Bird, quien admite que dudó antes de hablar públicamente sobre su uso de psicodélicos, pero que sintió que era importante hacerlo para ayudar a “eliminar el estigma y tratar de iluminar esta opción para otras personas”.
Por: OLIVER MONNIER. AFP
Tomado de: Eltiempo.com
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