Los primeros días de octubre de cada año los pediatras de todo el país conmemoramos el Día de la Pediatría, donde intentamos dar visibilidad a nuestra contribución a la salud infantil. Este año el lema promovido desde la Asociación Española de Pediatría es: «Los niños también necesitan especialistas pediátricos».
La medicina actual debe tener como objetivo ofrecer al paciente el beneficio del conocimiento más avanzado, nadie duda del grado de desarrollo especializado que han adquirido los médicos que atienden a la población adulta, donde contamos con especialistas para cada sistema funcional y casi cada órgano de nuestro cuerpo. De las 45 especialidades reconocidas para formación vía mir, 43 están dedicadas a la medicina del adulto y 2 (Pediatría y Cirugía Pediátrica) a los niños, a estas dos habrá que sumar Psiquiatría infanto-juvenil a la que se accederá en la convocatoria del 2023. Se entenderá, fácilmente, que la población pediátrica tiene asignada una atención especializada muy diferente. Y en efecto es así, a nivel legal la titulación oficial de cualquier pediatra es: «especialista en pediatría y sus áreas específicas» que, de forma literal, quiere decir que eres especialista en cualquier problema de salud de nuestros niños y niñas. Imaginemos que fuera así también para la atención al margen de la edad pediátrica, y todos los problemas de salud de la población estuvieran atendidos por dos especialidades: médicos de adultos y cirujanos de adultos. ¿Alguien entendería o asumiría dicho escenario? Estamos hablando de un mismo profesional legalmente capacitado para tratar una esclerosis lateral amiotrófica, un cáncer de pulmón o una enfermedad inflamatoria intestinal indistintamente.
Para paliar este gravísimo desequilibrio, los pediatras hemos asumido nuestra propia especialización, polarizando nuestra formación hacia determinadas parcelas del conocimiento, y así unos nos hemos centrado en la atención a la patología del recién nacido, otros a la oncología, la cardiología, la atención primaria (por supuesto que es también una especialidad) y así un largo etcétera. A día de hoy cualquier pediatra no puede atender a un gran prematuro de 700 gramos de peso, ni a un niño con cáncer, con una enfermedad inflamatoria intestinal o con un problema congénito en su corazón, aunque su titulación al finalizar la formación mir diga que sí. La ley de ordenación de las profesiones sanitarias 44/2003 establece que el marco legal para cualquier subespecialidad en España será el área de capacitación específica (ACE). Casi 20 años después continuamos sin desarrollo de las ACE, seguimos luchando porque se reconozcan programas de capacitación homogénea que definan a quién capacitar, dónde y con qué contenido y programa hacerlo. Es el momento de acometer sin dilación esta necesidad, cuyo impacto contribuiría a prestar una mejor y más homogénea atención que garantice una especialización con un programa bien definido y permita una contratación acorde a las necesidades. Muchos países de nuestro entorno comunitario y extracomunitario ya han regulado sus especialidades pediátricas. No todos valemos para todo, las plazas perfiladas son necesarias. Los niños también necesitan especialistas pediátricos.
Por: JOSE L. FERNÁNDEZ TRISAC
Tomado de: Lavozdegalicia.es
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