Nuestro mundo enfrenta crisis múltiples e interseccionales: conflictos violentos, muchos de ellos con varios años de duración; intensificación de las sequías, clima extremo y epidemias resultantes del cambio climático, que avanza sin cesar; así como alteraciones políticas y económicas tras dos años de COVID-19.
Nunca antes tantas personas habían necesitado asistencia humanitaria. Más de 100 millones de personas viven actualmente en desplazamiento forzado y 345 millones enfrentan inseguridad alimentaria aguda.
Las crisis afectan de manera desproporcionada a mujeres y niñas, ya que generan caos y entorpecen el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva esenciales, con consecuencias devastadoras: las mujeres y niñas enfrentan elevados riesgos de violencia de género, infección por el VIH, embarazos no intencionales y mortalidad materna. Dos tercios de las muertes durante el embarazo y el parto tienen lugar durante emergencias humanitarias o en contextos frágiles.
Y, con demasiada frecuencia, las respuestas humanitarias ignoran necesidades vitales como la asistencia prenatal, asistencia cualificada en el parto, anticoncepción y asistencia a las supervivientes de violencia de género.
En las crisis, ayudemos en comunidad
Mantener los servicios vitales en pie y en funcionamiento en mitad de una crisis requiere del esfuerzo coordinado de muchos actores, locales y globales: ayudemos en comunidad.
El Día Mundial de la Asistencia Humanitaria se celebra cada 19 de agosto en memoria de los trabajadores humanitarios que perdieron la vida durante el bombardeo en 2003 contra la sede de las Naciones Unidas en Bagdad, Iraq. Este año, el día tiene como objetivo inspirar una gratitud global por los esfuerzos de la comunidad humanitaria, que todos los días trabaja para abordar los desafíos sin precedentes que enfrenta nuestro mundo.
La mayoría de las personas en primera línea de las crisis humanitarias provienen de comunidades afectadas, congregadas por autoridades locales y nacionales, organizaciones de la sociedad civil, grupos religiosos, negocios y otros muchos que ofrecen su tiempo y capacidades para ayudar a sus vecinos.
Forzada a huir de su casa, la enfermera Rahwa Gedamu trabaja actualmente como voluntaria atendiendo partos en el campamento de Sabacare 4 para personas desplazadas internamente por el conflicto en la región de Tigray, en Etiopía. «Cada vez que salvamos una vida», relata, «sentimos un gran orgullo y motivación para continuar ayudando a nuestra gente».
Los actores humanitarios locales, que siempre responden los primeros, participan inmediatamente en la recuperación y reconstrucción, pero no se les deja solos en su tarea. Actores humanitarios globales como el UNFPA y otras agencias de las Naciones Unidas ofrecen su apoyo con recursos, servicios y suministros fundamentales.
Defender los derechos de las mujeres y niñas afectadas por las crisis
El UNFPA es un asociado principal en este equipo global, que trabaja para asegurar que cada respuesta de emergencia prioriza las necesidades, derechos y dignidad de las mujeres y niñas.
Este año, el UNFPA planea llegar a 54,5 millones de mujeres, niñas y personas jóvenes afectadas por crisis en 61 paísesmediante la atención, información y suministros vitales para la salud sexual y reproductiva, así como servicios centrados en las supervivientes para prevenir la violencia de género y responder ante ella.
Personas como Shakila Parvin, una partera que atiende a refugiadas rohinyá en el campamento de Cox’s Bazar, constituyen la columna vertebral de la acción humanitaria del UNFPA. «Asegurar la salud materna en cualquier momento y en cualquier situación es mi primera y principal responsabilidad», explica.
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Tomado de: unfpa.org
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