A pesar de los desafíos de esta planta, avances como la reciente reglamentación de su uso industrial han sido un impulso para su expansión.
A dos amigos a quienes les pronosticaron un mismo diagnóstico de cáncer los une ahora un ideal común: mejorar el bienestar físico y mental de miles de personas a través del cultivo y producción de cannabis medicinal. Ahora ya conocen esa planta: se trataron con ella y se curaron.
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Pero allí no solo nació una nueva esperanza de vida, sino un emprendimiento que busca potenciar los beneficios y propiedades de aquella mata. Se trata de Greenlab, una empresa que, a partir de cultivos en Boyacá, elabora aceites y productos de salud y belleza. “Hacemos flores y extractos de cannabis de alta calidad, a través de técnicas innovadoras de cultivo y extracción”, señal a Juan Manuel Téllez, uno de los fundadores de la compañía.
“Claro que incursionar en este sector tiene sus propios retos”, agrega.
Y es que no ha sido fácil el proceso de aprobación de la marihuana medicinal en su camino a la legalidad. Solo hasta julio del 2016 se firmó la ley 1787, con la que se reguló el uso médico y terapéutico del cannabis. “Esa ley estaba enfocada en pacientes con una necesidad particular, pero era necesario el acceso a la planta de forma segura, con calidad y buen precio”, asegura Johan Barbosa, director de Asuntos Regulatorio s de Professional Growers.
Este pronunciamiento fue el inicio de la carrera por potenciar una industria que también era incipiente a nivel mundial. Para el 2018 ya había varios inversionistas extranjeros interesados en el producto local. “Pero se encontraron con que la reglamentación es lenta a comparación de la de Estados Unidos”, dice Barbosa.
Como consecuencia, los términos de calidad nacionales estaban muy distantes de los internacionales. La presión de la industria, según el experto, hizo que a través del decreto 811 del 2021 se establecieran estrategias para ampliar sus posibilidades en el mercado.
Esta nueva hoja de ruta le dio apertura a los usos industriales del cannabis, más allá del médico y farmacéutico. A su vez, permitió la exportación de la flor seca con fines comerciales. Finalmente, en el 2022, a través de la Resolución 227, el Gobierno reglamentó lo establecido en la ley.
Es decir, en casi seis años se han emitido apenas tres decretos sobre el tema. Pero para Barbosa, la regulación todavía está incompleta, pues en el país no se ha definido la concentración de CBD o cannabidol, uno de los compuestos de la planta cannabis sativa y que sirve para aliviar el dolor muscular, entre otras propiedades. Además, el asesor asegura que hay deficiencias en el control y seguimiento de los productos terminados.
DIVERSIFICACIÓN NECESARIA
La industria del cannabis en Colombia, pues, empezó a desarrollarse apenas recientemente, pero voceros del sector afirman que los avances han sido importantes. Por un lado, ha habido una diversificación necesaria.
“Los empresarios han entendido que la especialización en los eslabones de la cadena es muy importante. Hoy vemos que hay compañías dedicadas solo al cultivo, otras a la transformación y otras que logran seguir un proceso de integración”, afirma Rodrigo Arcila, presidente de la Asociación Colombiana de Industrias de Cannabis (Asocolcanna).
Junto a ello, las investigaciones han avanzado con mayor rapidez, mostrando evidencia positiva de los usos del cannabis medicinal, científico e industrial. “Ello ha permitido –según el líder de Asocolcanna–, que los gobiernos respalden su utilización. Así, al ampliar la industria, se han creado clústeres y han aumentado los proveedores de servicios. “Eso permite que los inversionistas puedan tener en Colombia la asistencia desde el ámbito agrícola y el industrial”, dice Arcila.
En la diversificación de productos también ha sido notorio el desarrollo. El país produce gran variedad de servicios medicinales con la planta, pero, con la más reciente regulación de su uso, el sector ha incursionado en los campos textil, cosmético y de alimentos y bebidas, entre otros. A su vez, las exportaciones han ido aumentando progresivamente.
En el 2019 se registraron US$310.270 en ventas al exterior, teniendo un gran salto hacia el 2020, que consolidó US$5.175.620 según el software de análisis de importaciones y exportaciones Treid. En el 2021, esa cifra fue de US$5.063.200. Entre enero del 2020 y el mismo mes del 2021 ya se registraba un aumento del 65% en las ventas foráneas, siendo Antioquia, Bogotá y Cundinamarca los principales exportadores de productos con cannabis.
Los destinos principales, de acuerdo con Treid, son Estados Unidos (37 %), seguido de Australia (19 %), Reino Unido (15%) e Israel (7%). Los principales destinos han sido Italia y Sudáfrica, según ProColombia.
RETOS DEL SECTOR
En el país, la industria tiene por delante un claro potencial exportador. Según Arcila, actualmente en Colombia se producen aceites, resinas y extractos que son materias primas para la industria farmacéutica del mundo. También se elaboran productos intermedios y líneas de cosméticos accesibles para todo el público.
Junto a ello, el sector se está preparando para producir la flor para su mercado internacional. Quienes hacen parte de la cadena agroindustrial del cannabis en Colombia aún tienen que diseñar estrategias de acceso a clientes tanto a nivel nacional como foráneo. Uno de los desafíos es el estigma que sigue existiendo en contra de la planta.
Adicionalmente, esperan contar con el apalancamiento del sistema financiero del país para potencializar el sector.
“El único banco comercial en Colombia que desde el principio ha apoyado esta industria es el BBVA. El resto de la banca ha sido muy indiferente, a pesar de que hay, por ejemplo en Estados Unidos, regulaciones según las cuales el cannabis por debajo del 0,2% de psicoactividad no es considerado como sustancia a controlar. Los bancos no se toman el trabajo de leer estas reglamentaciones. En el caso del Banco Agrario, aunque ha habido avances, el proceso ha sido lento”, advierte el presidente de Asocolcanna.
También, al ser una industria naciente, se enfrenta al alto número de instituciones que no están articuladas e intervienen en el proceso de regulación para producir y comercializar la planta. “Este es un problema del mecanismo de control del cannabis, que recibe toda la información de los licenciatarios ante el ministerio de Justicia. Ello implica recurrir a muchas instituciones para hacer cada trámite, convirtiéndose en un tema burocrático imposible de manejar”, afirma el experto en regulación del cannabis Johan Barbosa.
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Sumado a esto están las demoras en las respuestas ante las miles de solicitudes que se reciben de los empresarios, las cuales, también según Barbosa, tienen un costo promedio de $9 millones para su radicación. “Las entidades reciben el dinero pero, aunque cuentan con pocas personas, no fortalecen el equipo técnico. Solicitar una licencia es fácil, pero el Estado da respuesta entre uno a dos meses después, con diferentes requerimientos”, agrega.
Así, la industria del cannabis en Colombia espera que, sobre todo desde el Gobierno Nacional y las instituciones educativas, se siga promoviendo de forma intensificada el desarrollo de proyectos de investigación que enriquezcan al sector y lo lleven a catapultarse a nivel internacional. “Al ser un sector naciente, y por tanto en construcción, su rentabilidad todavía es un desafío, y la magnitud de la misma es un reto de estudio del Dane, pues aún falta una caracterización de la industria”, dice el presidente de Asocolcanna, que cuenta con 35 afiliados.
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