el desconocimiento ha incidido fuertemente en que la demanda local siga sin alcanzar un crecimiento orgánico, pues este dificulta que la comunidad médica se anime a capacitarse
Curiosamente, hace cerca de cinco años, cuando la fiebre por el “oro verde” empezaba a expandirse en el país, lo que más llamó la atención no fue el componente médico de la industria; fue su potencial comercial. En lugar de hablar sobre las bondades de los cannabinoides, el diálogo del sector empezó a girar en torno a los cupos, los mercados de capitales, las exportaciones y el número de hectáreas de las diferentes empresas.
Esa conversación, que fue muy útil para el posicionamiento del negocio, colateralmente, relegó el eje de la salud a un segundo plano. Tal fue el grado de distanciamiento con este factor que, a día de hoy, no se tiene claro si en Colombia ya se puede acceder a los tratamientos con productos de cannabis medicinal.
Este desconocimiento, como es lógico, ha incidido fuertemente en que la demanda local siga sin alcanzar un crecimiento orgánico, pues este, no solo dificulta que la comunidad médica se anime a capacitarse, también genera escepticismo en el usuario final que, pese a los estudios clínicos existentes, sigue siendo tímido frente a los beneficios de la planta.
Lo cierto, y aunque genere sorpresa, es que en el país ya es posible tratar un amplio espectro de comorbilidades con cannabis de uso medicinal, de manera legal y con total rigor científico y regulatorio. Gracias al esquema de farmacias magistrales, los médicos capacitados, no solo pueden prescribir fórmulas, también pueden monitorear la evolución de cada paciente de la mano de personal médico especializado.
Muestra de esto, es el caso de algunas compañías que operan en el país, como la canadiense Avicanna, que, tras recibir el certificado de Buenas Prácticas de Elaboración (BPE) en septiembre pasado, por parte del Invima, maquila desde su farmacia magistral las diferentes formulaciones que le son prescritas a los diferentes pacientes en todo el país.
De esta manera, condiciones médicas como la ansiedad, trastornos del sueño, los trastornos del apetito y del estado de ánimo, entre otras patologías y síntomas, tienen en el cannabis medicinal, soportada por evidencia científica, una alternativa terapéutica segura y efectiva.
Así las cosas, aunque el ejercicio exportador constituye una fuente de ingresos primordial en el corto plazo -especialmente, ahora con la posibilidad no muy distante de exportar flor seca-, y juega un papel estratégico en la generación de empleo y la reactivación económica del país, es necesario que la expresión mediática de la industria y del gobierno empiece a inclinarse hacia el potencial del mercado nacional, y a informar al público sobre los distintos mecanismos que tiene para acceder al mismo.
Los productos a base de cannabinoides no solo constituyen una nueva variante en la salud de la población, estos, al ser un producto de valor agregado, son la máxima expresión de la industria del cannabis. En estos confluye toda la cadena de valor y, en consecuencia, está la fuente que mayor retorno a la inversión le representa a las empresas.
Dicho esto, resta invitar a todos los que tienen que ver con la industria, a que promuevan el mensaje de que el acceso a productos de cannabis medicinal ya es posible en Colombia. En la medida en que más profesionales de la salud, pacientes, líderes de opinión, academia y funcionarios públicos estén al tanto de esta realidad, mayor será la demanda y mayor será el dinamismo del sector. El sueño que empezó hace media década con enormes inversiones ya es una realidad, es hora de capitalizarlo.
Fotografia: 123rf
Por: Rafael Amador
Tomado de: gronegocios.co
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