Dialogar, debatir y discutir, son actividades inteligentes propias de gentes que quieren expresar sus puntos de vista, opiniones, conceptos o concepciones; hacerlo conduce a conocerse mutuamente y a encontrar coincidencias y establecer diferencias. Permite decidir acuerdos y acciones conjuntas y, sobre todo, deja el camino abierto para continuar.
Pero cuando no quiero oír ni aceptar lo que otro dice, hace o piensa, opto por evitarlo o, si tengo el poder de callarlo ¡lo callo! Y para acallarlo, puedo usar una o mas de tres alternativas: la primera sería la persuasión mediante el llamado condescendiente a mantenerse en una línea de conducta, a ser obediente (eso cuando quien persigue acallar tiene algo de pudor y decencia); la otra vía es la disuasión, ignorando la existencia del contradictor o reconociéndosela mediante amenazas, presiones indebidas, acciones intimidantes o terroristas; finalmente, la eliminación física o la expulsión y el destierro es la tercera alternativa que, por estas tierras, muchas veces es la única.
Es lo que en Colombia deben soportar quienes cuestionan con fuerza al establecimiento. Quienes con sus palabras y acciones expresan puntos de vista incómodos para el gobierno y los encopetados detentadores del poder, hipócritas grupos sociales de las altas esferas económicas y políticas disfrazados de demócratas que en nombre de la democracia masacran esa democracia. Entes carentes de iniciativas novedosas que le permitan al país iniciar con sus gentes una carrera de creatividad y desarrollo, de crear sus posibilidades de ser un mejor sitio para nacer, vivir y realizar los sueños de bienestar y de paz con la fuerza de sus manos y sus mentes.
PRESIDENTE. FEDERACIÓN MÉDICA COLOMBIANA
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