A comienzos de este mes se conoció que un gran iceberg de unos 1.270 kilómetros cuadrados, aproximadamente el tamaño de la zona metropolitana de Londres, se está desprendiendo de la Antártida, casi 10 años después de que los científicos detectaran las primeras grietas en el hielo.
La Antártida ha conseguido de momento, gracias a las estrictas medidas de seguridad y protocolos impuestos a la comunidad científica, esquivar al virus responsable de la pandemia, pero no la contaminación atmosférica, procedente en su mayoría de combustibles fósiles y de otros continentes.
Lo han corroborado los científicos españoles, que acaban de cerrar las bases Gabriel de Castilla y Juan Carlos I y emprendido el camino de regreso a casa tras una de las campañas más difíciles, atípicas y exigentes a causa de la pandemia, que comenzó con el buque oceanográfico “Hespérides” parado tras detectarse un brote a bordo y el fallecimiento del sargento primero de la Armada Francisco Rodríguez Sánchez, quien formaba parte de la dotación.
Parado el “Hespérides”, todo el apoyo logístico a las bases españolas ha recaído en el buque oceanográfico “Sarmiento de Gamboa” durante los casi dos meses que se ha prolongado una campaña de investigación marcada por la COVID-19 y los protocolos que el personal científico y militar español ha cumplido para evitar la introducción del virus en el continente más prístino.
Los investigadores españoles han profundizado este año en el conocimiento de la interacción termodinámica entre los glaciares y el océano, en el papel que desempeñan los pingüinos en determinados ciclos biogeoquímicos, en la evolución de algunos volátiles bajo el volcán de Isla Decepción o en la evaluación del aire antártico mediante novedosas técnicas láser.
En el estudio de los aerosoles atmosféricos en la Antártida participan investigadores de la Universidad de Zaragoza y de la Universidad Complutense de Madrid con financiación del Ministerio de Ciencia para determinar la calidad del aire y el origen -en gran parte natural pero también claramente humano- de las partículas que ya contaminan el aire del continente.
El investigador César Marina Montes ha explicado que en la Antártida predominan las partículas atmosféricas de origen natural (terrestre o marino) pero ha señalado que han encontrado partículas de plomo, cobre o estaño en concentraciones superiores a las que hay en el suelo de las islas y que revelan un origen humano.
Marina, del Departamento de Química Analítica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, ha explicado que han utilizado una novedosa tecnología (denominada “espectroscopia de plasma inducida por láser”) para evaluar la calidad del aire y caracterizar las partículas atmosféricas y completar así los trabajos de investigación que llevan a cabo, con la ayuda del Ejército de Tierra, desde la campaña 2016-2017.
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La mayor parte de las partículas de origen humano proceden de combustibles fósiles, ha detallado el científico, pero ha incidido en que se trata de momento de concentraciones “muy bajas”, comparables a las que se producen en las zonas rurales menos pobladas “y para nada comparables a las concentraciones de nuestras ciudades”.
Todavía es muy difícil estimar los efectos negativos que esa contaminación tiene sobre los ecosistemas antárticos, pero el investigador ha observado que el continente actúa “como termostato” de la Tierra y que todo lo que ocurre allí influye en el resto del planeta y viceversa.
Tiene -ha subrayado- el aire más puro del planeta, por la casi nula interacción humana y el aislamiento de los continentes más próximos gracias a los vientos circumpolares; es un territorio “de paz y de investigación”; pero algunos contaminantes logran penetrar en su aire, procedentes de zonas próximas o del creciente número de cruceros turísticos y del intenso tráfico marítimo en el Cabo de Hornos.
La campaña que finaliza ha sido la más atípica y exigente de la historia -el Comité Polar español tuvo que reorganizarla tras el brote de COVID-19 en el Hespérides cuando ya se dirigía a la zona-, y los científicos y militares han tenido que cumplir estrictos protocolos (pruebas PCR, cuarentenas en los hoteles, grupos “burbuja”, etc) para evitar que el SARS-CoV-2 penetrara en el continente.
Los científicos y el personal técnico de numerosos países han comenzado ya a replegarse antes de que comience el invierno y de que las temperaturas extremas conviertan en casi imposible la permanencia en el sexto continente, pero en ese lento regreso los investigadores y los militares vuelven a realizarse los preceptivos controles antes de emprender el viaje de vuelta a casa.
La campaña ha servido también, ha narrado a César Marina desde una de esas escalas, para recordar a la humanidad “que somos muy vulnerables; que la conservación y el respeto a la Naturaleza es esencial para evitar futuras pandemias y que cuanto mayor respeto tengamos hacia ésta, mayor salud tendremos”.
Fot: EFE/Vanguardia
Por: Agencia EFE
Tomado de: Vanguardia.com
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