El confinamiento, la suspensión de consultas al pediatra y el no retorno a las aulas, debido a la pandemia de la COVID–19, fueron los ‘caldos de cultivo’ de la violencia intrafamiliar contra la niñez en Santander.
De hecho, en lo que va corrido de la ‘cuarentena’ en el Departamento, se han confirmado 151 hechos de violencia contra los pequeños, convirtiendo a Santander en el quinto en estos aberrantes casos después de Bogotá, Antioquia, Cundinamarca y Meta.
María Paula Martínez, directora ejecutiva de ‘Save The Children’, es enfática al afirmar que, “si bien las cifras muestran una disminución respecto a lo acontecido en los primeros meses de 2019, ello obedece a que por lo general ni las familias ni los niños denuncian, y este proceder pudo haberse incrementado tras el periodo de ‘cuarentena’ en el que las personas vieron limitados sus desplazamientos fuera de sus hogares”.
Es decir, la cifra se queda pequeña si se tiene en cuenta que muchos actos de violencia no se reportan y en muchos casos son silenciados al interior de los propios hogares de los menores.
De hecho, son los adultos ajenos a su entorno más cercano quienes denuncian ante las autoridades este tipo de agresiones: un familiar, un docente, un vecino o un médico de un centro de salud.
“De manera desafortunada es en los hogares en donde se presentan las mayores agresiones en contra de los menores de edad, las cuales empiezan desde el zarandeo al bebé, aumentando a pellizcos, empujones y encerramientos hasta convertirse en hechos de maltrato más delicados para la salud del niño, conductas que se incrementan cuando existe mayor tensión emocional al interior del núcleo familiar”, dijo la experta.
“Durante la pandemia de la COVID-19 muchos hogares han experimentado una baja de sus ingresos y algunos se han quedado sin empleos o han tenido que cambiar completamente sus dinámicas. Y esto ha contribuido a que no puedan suplirse completamente ciertas necesidades básicas, lo que hace que aumente la impaciencia y el estrés. Este tipo de presiones han desencadenado en el aumento de maltrato hacia la niñez”, asegura María Paula Martínez.
“Sumado a los cambios comportamentales que han tenido algunos padres e integrantes de las familias, durante el tiempo de confinamiento y en la pandemia, los niños están presentando alteraciones en sus conductas, lo que lleva a que en los hogares exista una carga emocional más intensa entre sus integrantes”, añade la profesional.
Dice que el Instituto Colombiano de Neurociencias presentó una encuesta para indagar acerca de las principales preocupaciones de los padres de familia con respecto al comportamiento y aprendizaje de los niños en casa en medio del aislamiento preventivo. Este sondeo permitió conocer que el 88% de los niños, niñas y adolescentes vio su comportamiento alterado, lo que suscitó un mayor riesgo de exponerse a tratos violentos al interior de sus hogares.
Para el psiquiatra infantil, Felipe Agudelo, “es evidente que la pandemia aún no ha terminado y si bien la ‘cuarentena’ y el aislamiento preventivo obligatorio como medidas se han levantado, las secuelas generadas en las familias, especialmente en los niños, invitan a que desde ya se diseñen las estrategias necesarias para contener las consecuencias que, a nivel de la salud mental, puedan presentarse en el mediano y largo plazo”.
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